Qué es la Literatura: Concepto y Función

Qué es la Literatura: Concepto y Función
Publicado por Pablo Navarro el 30/10/2022
Entre las instrucciones para subir a un ascensor y Madame Bovary es evidente que existe una distancia abismal: los dos son mensajes codificados por la lengua, pero su naturaleza es distinta.

Lo que diferencia la obra literaria de cualquier otro mensaje es su consciencia en la utilización del código y el interés explícito de su autor por ordenar todos los elementos que caben en ella. La estructuración de este objeto persigue, de forma voluntaria, una finalidad estética.


Concepto y límites de la literatura

La palabra literatura proviene del latín y, en su origen se atribuía a todo lo codificado por la escritura. De ahí que muchas veces se piense que lo literario tiene que ser lo que se escribe en letras molde. Sin embargo, se entiende por literatura el conjunto de obras creadas con fines estéticos que emplean el lenguaje como medio expresivo.

La obra literaria y su creación

Detrás de la obra literaria, está la voluntad de creación del escritor. El artista, después de un momento de inspiración o necesidad de expresión, compone su obra empleando el material lingüístico. Unos autores se atienen estrictamente a las técnicas literarias establecidas y otros a su propia libertad.

El producto literario se presenta como una unidad de comunicación susceptible de ser interpretada por el lector y con un valor muy polisémico.

Función de la literatura

La utilidad de la literatura debe entenderse como una forma de conocimiento del hombre: una obra no es una entidad práctica, en el sentido de uso que tiene la palabra, pero sí es una fuente de placer estético e intelectual y una manera crítica de situarnos ante la realidad.

La literatura, como forma artística, puede ser también un instrumento de propaganda, más o menos responsable por parte del autor.

Por último, una de las funciones de la obra literaria es la de provocar la catarsis en el receptor, es decir, la de estimular y liberar sus emociones.

Estructura de la obra literaria

El valor comunicativo de la obra literaria es intemporal y, muchas veces, universal. Ello se debe, en gran parte, a que el objeto artístico presenta una estructura propia e independiente de la realidad externa: la adecuación de unas formas a unos contenidos permite a un lector de cualquier espacio y época leer el Quijote y apreciar su valor.

La obra literaria se estructura, pues, atendiendo a los planos fónico, morfo-sintáctico y semántico, y supone unas etapas de transmisión, como en todo acto de comunicación verbal. De esta manera, si tomamos como ejemplo el Quijote de Cervantes, podemos describir el esquema comunicativo de la obra como el mensaje (el Quijote) que emite Cervantes, a través de su portavoz imaginario Cide Hamete, en un código (la lengua castellana) que sus receptores (oyentes y/o lectores) están capacitados para descifrar.

Relaciones entre la literatura y la vida

El deseo de búsqueda y de conocimiento del hombre se plasma en el motivo literario del viaje. Desearíamos vivir en coordenadas distintas de las que conocemos y, por consiguiente, convertimos la literatura en un encuentro de ansiedades y deseos reconocidos.

La literatura halla esas rutas imaginarias de las que participamos abiertamente: Ulises regresa a casa buscando el hogar, Eneas espera hallar una patria, Lazarillo viaja en busca de una ocupación, don Quijote desea encontrar un oficio literario en su realidad manchega, el protagonista romántico busca la libertad. Detrás de los motivos, existen siempre las implicaciones reales del autor que participa en su contexto social: sus protagonistas son los que se mueven y, a pesar de todo, él se queda en casa.

La lengua literaria


El creador literario se sirve de un medio expresivo conocido por cualquiera de los receptores de su obra: el lenguaje. Sin embargo, el artista intenta hacer de su obra un objeto estético y utiliza de forma consciente un material que ordena y elabora con respecto a un contenido determinado. Esa elaboración supone, muchas veces, un alejamiento del uso común, un traslado significativo de un elemento por otro, una anomalía.

Las figuras retóricas son las formas que permiten al artista esa desviación estética del lenguaje y se agrupan, para su estudio, en función de los diferentes niveles lingüísticos.

Podemos distinguir dos planos: el de la expresión y el del contenido. El primero incluye los rasgos fónicos, gramaticales y semánticos de la obra, es decir, respectivamente, sus aspectos sonoros, la forma y función de los signos empleados y el significado de los mismos. En cuanto al plano del contenido, incluye los aspectos temáticos y los relacionados con el asunto y los motivos de la obra, así como rasgos de su estructuración. Estos últimos pueden ser formales (estrofas, capítulos, actos) e internos (orden, grado de subjetividad).

La lengua literaria y el extrañamiento del lenguaje

El escritor se sirve, para la elaboración de su mensaje, del material lingüístico. Ese mismo material es el que emplea cualquier otro emisor para comunicarse: la lengua es igual para todos. Sin embargo, el artista tiene una consciencia clara del signo que usa y una voluntad explícita de estructurarlo con fines estéticos. Presenta, pues, su obra con la intención de que el mensaje en sí sea percibido por el emisor: la forma adquiere, entonces, una importancia relevante.

El escritor busca un estilo propio y ello lo consigue a través de un proceso de extrañamiento del lenguaje: las figuras retóricas son artificios que sirven a esa voluntad formal de la que hemos hablado.

Literatura y sociedad

La obra literaria existe porque ha nacido en el seno de la sociedad: es una creación de un hombre que se define por un contexto social. De su naturaleza, deriva toda su complejidad y su polisemia, puesto que, si bien el escritor ordena su material de acuerdo con unas estructuras estéticas racionalizadas, no le es posible desligarse de su propia experiencia vital.

Una novela tiene existencia en la historia y, una vez acabada, vive independientemente de su autor. El receptor, con su elección, actualiza cada vez esa entidad comunicativa que es la obra. La lectura se convierte, de esta manera, en una historia de reconocimientos por parte del receptor.

El autor y la sociedad

El autor de la obra literaria es un miembro más de la sociedad en que vivimos: puede influir en ella, pero también se deja influir por ella. Ningún creador escribe para sí mismo: siempre existe ese receptor ideal al cual dirige su obra. Incluso algunos autores han declarado, en diversas ocasiones, que escriben para sentirse amados.

El escritor procede de distintas clases sociales y puede sentirse integrado en su contexto: el trovador, por ejemplo, se halla en unas coordenadas especiales que repercuten en su creación; otras veces, el escritor se margina o automargina de su entorno: el bohemio, el poeta maldito, el exiliado, son figuras que deciden enfrentarse a lo establecido, a las convencines sociales.

El lector y la sociedad

El receptor de la obra literaria no está presente en el momento de su elaboración; por tal motivo, no puede resolver las dudas que el texto o el discurso le plantean. El acto de la lectura, además, es totalmente voluntario y exige un esfuerzo que no siempre el receptor es capaz de llevar a cabo.

Algunas obras están pensadas para ser leídas por un público amplio y otras para ser dirigidas a las minorías; sin embargo; no siempre está en manos del escritor decidir las vías de transmisión de su mensaje ni prever el número de receptores que van a conectar con su obra.

En última instancia, el acto comunicativo entre autor y lector se produce de forma individual y voluntaria, en el momento en que alguien, quizás en un parque o durante el trayecto de un viaje en metro o en avión, o bien sentado en un sofá de su casa, decide abrir un libro y empezar a leer.

Implicaciones entre literatura y sociedad

Cualquier novela es un producto social y, como tal, no pertenece al escritor sino al público. Un artista puede decidir constatar una injusticia o un problema colectivo: es el escritor comprometido, que usa su arte para la denuncia social. Otro punto de vista es el del arte por el arte, en que el creador elude la realidad y se abandona a sus fantasías estéticas.


Autor del resumen
Lector empedernido y amante de la fotografía. Me encanta la literatura de fantasía y ciencia ficción. Escribo resúmenes, opiniones y reseñas para ayudarte a decidir tu próximo libro.
Pablo Navarro

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