Las figuras literarias o retóricas son formas expresivas que se alejan del uso normal del lenguaje y que son utilizadas por los creadores literarios para elaborar sus obras.
La clasificación tradicional de las figuras distinguía entre figuras de pensamiento, que consisten en la presentación inusual de unas ideas dentro de un enunciado (interrogación, ironía, antítesis); tropos, que consisten en el cambio de significado de las palabras (metáfora, metonimia, sinécdoque); figuras de dicción, que afectan a la modificación formal de las palabras (paragoge), figuras de elocución, que conciernen a la elección de las palabras (epíteto, asíndeton); figuras de construcción, que se refieren al orden de los vocablos (hipérbaton, anáfora), y figuras de ritmo y melodía, que afectan a elementos fónicos (aliteración). Nuestra división se estructura de acuerdo con los planos lingüísticos.
Recursos fónicos
Aliteración: consiste en la repetición de uno o varios sonidos: «El ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas» (M. Machado).
Onomatopeya: imitación de sonidos y ruidos reales a través de la repetición de un rasgo fónico: «Son mi música mejor / los aquilones; / el estrépito y temblor / de los cables sacudidos, / del negro mar los bramidos / y el rugir de mis cañones» (J. de Espronceda).
Paronomasia: utilización de palabras de forma (significante) semejante y de significado distinto: «Sólo tú me acompañas, sol amigo» (J.R. Jiménez).
Recursos morfo-sintácticos
Anáfora: reiteración de un elemento o varios a principio de verso o frase. Es una figura que se puede convertir en parte estructural del poema: «Celosa estás, la niña, / celosa estás de aquel / dichoso, pues le buscas» (L. de Góngora).
Asíndeton: el estilo rápido se consigue suprimiendo los nexos y añadiendo pausas (comas) en su lugar: «Cada cosa que encierras, cada cosa / tuvo esplendor, acaso hasta hermosura» (R. Morales).
Concatenación: repetición de la palabra inmediatamente anterior con el objeto de trabar la idea tratada; por lo general, la voz de final de verso se repite al principio: «Oh Valencia, oh Valencia / de mal fuego seas quemada».
Encabalgamiento: cuando una unidad de sentido se divide porque no cabe en un verso, se produce encabalgamiento; decimos entonces que la pausa sintáctica no coincide con la pausa métrica: separación de dos palabras que forman un sintagma o de un sintagma nominal y de su complemento son tipos comunes de encabalgamiento: «Y vuelto ya al «anónimo / eterno del desnudo, / de la piedra, del mundo, / te diré: / Yo te quiero, soy yo» (P. Salinas).
Epanadiplosis: repetición de un vocablo a principio y fin de verso: «La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?» (R. Darío).
Epífora: repetición de un vocablo o varios a final de verso: «Si entre cien mujeres, va y alguno dice: ¡Puta vieja!, sin ningún empacho luego vuelve la cabeza y responde con alegre cara. [...] si cerca las bestias, rebuznando dicen: ¡Puta vieja!, [...] ¿Qué quieres más? Sino que, si una piedra topa con otra, luego suena: ¡Puta vieja!» (F. de Rojas).
Equívoco: uso de una palabra con doble sentido; también se conoce como dilogía: «mira que la mejor parte de España / pudiendo Casta se llamó Castilla» (Lope de Vega).
Esticomitia: es la figura retórica que se opone al encabalgamiento y se da siempre que se produce coincidencia entre la forma sintáctica y la del verso: «Te quiero. / Te lo he dicho con el viento» (L. Cernuda).
Hipérbaton: la frase en español presenta el orden sujeto + verbo + complementos de forma usual; si se altera ese orden lógico y se fuerza la estructura de la oración, el autor se sirve del hipérbaton: «nunca merezcan mis ausentes ojos / ver tu muro, tus torres y tu río» (L. de Góngora).
Paralelismo: es un recurso de repetición en el que se siguen estructuras idénticas en dos O más versos: «viviendo, todo falta; / muriendo, todo sobra» (Lope de Vega).
Pleonasmo: forma redundante que permite no perder el contacto comunicativo; en la épica, repetir algunos elementos servía de ayuda mnemotécnica al juglar: «Saliendo don Quijote a pasearse por la playa armado de todas sus armas» (M. de Cervantes).
Polipote o poliptoton: derivación de una misma base léxica en un enunciado breve: «Oye mis soledades, / que aun de la soledad me siento solo» (F. de Quevedo).
Polisíndeton: utilización expresiva de conjunciones: «...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros / cantando; / y se quedará mi huerto, con su verde árbol, / y con su pozo blanco» (J.R. Jiménez).
Retruécano: repetición de palabras en distinta función: «De mi casa me vienen a sacar, en mi casa me ruegan» (F. de Rojas).
Recursos léxico-semánticos
Antítesis: contraste marcado entre el significado de palabras o frases: «Si el mundo amaneciera cuerdo un día, / pobres anochecieran los plateros» (F. de Quevedo).
Apóstrofe: se produce cuando el emisor del texto se dirige a alguien en particular por medio de una interrogación o una exclamación: «¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde)?» (F. de Quevedo).
Etopeya: parte del retrato que describe los rasgos morales, no visibles, de una persona: «Aquel de buenos abrigo, / amado por virtuoso / de la gente, / el maestro don Rodrigo/ Manrique, tanto famoso / y tan valiente, / sus grandes fechos y claros / no cumple que los alabe, / pues los vieron, / ni los quiero facer caros, / pues el mundo todo sabe / cuáles fueron» (J. Manrique).
Epíteto: adjetivo que explica una cualidad inherente al sustantivo al que acompaña; es innecesario y suele anteponerse al nombre: «los blancos pies en tierra se hincaban / y en torcidas raíces se volvían» (Garcilaso de la Vega).
Gradación: enumeración progresiva de una serie de elementos ordenados de forma ascendente y descendente: «Llegar, ver y entregarme ha sido junto» (Conde de Villamediana).
Hipérbole: referencia exagerada de algo, bien aumentándolo, bien empequeñeciéndolo: «Cada zapato podía ser tumba de un filisteo» (Francisco de Quevedo).
Hysteron-próteron: el autor invierte el orden temporal de los sucesos y anticipa el final: «¡Y no saber adónde vamos, / ni de dónde venimos!» (R. Darío).
Interrogación retórica: uso expresivo de la interrogación cuando el emisor no espera que sea resuelta su pregunta; verifica, simplemente, una idea apuntada: «¿Otra vez tú, la Primavera?» (R. Alberti).
Ironía: el autor se sirve de ella para expresar, en realidad, exactamente lo contrario de lo que quiere transmitir; su sentido último debe descubrirlo el receptor: «Comieron una comida eterna, sin principio ni fin. Trajeron caldo en unas escudillas de madera, tan claro, que en comer una dellas peligrara Narciso más que en la fuente» (F. de Quevedo).
Lítote: en lugar de afirmar algo, se niega lo contrario: «Pintada, no vacía; / pintada está mi casa / de las grandes / pasiones y desgracias» (M. Hernández).
Oxímoron: contraposición significativa de dos palabras contiguas: el amor es «una dulce y fiera herida» (F. de Rojas).
Paradoja: expresión de un concepto a través de asociaciones aparentemente sin sentido; la contradicción no es real y debe ser interpretada: «Voy por la senda del morir más clara / y de toda esperanza me retiro; / que sólo atiendo y miro / adonde todo para, / pues nunca he visto que después viviese / quien no murió primero que muriese» (Lope de Vega).
Perifrasis: a través de una explicación amplia o de un rodeo, el autor expresa algo que puede comentarse brevemente: «Aquel hijo bastardo, / de prudencia cobarde y mentirosa, / consejero de Amor caduco y tardo, / miedo, que ni remedia ni reposa, / tiene sin libertad, puesto en cadenas, / mi pobre corazón deshecho en penas» (F. de Quevedo).
Personificación: atribución de cualidades humanas a seres inanimados y animales: «Con mi llorar las piedras enternecen / su natural dureza y las quebrantan» (Garcilaso de la Vega).
Prosopografía: en el retrato, descripción física de alguien: «Le cruza la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo» (J.L. Borges).
Retrato: descripción de alguien, desde sus cualidades morales a sus cualidades físicas: «Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza» (M. de Cervantes).
Símbolo: relación constante de un objeto con un con un pensamiento abstracto: una dama con unas balanzas en la mano es símbolo de justicia, el pirata romántico simboliza la libertad.
Símil: comparación de un elemento real con otro imaginario; ambos elementos aparecen explícitos en el símil: «Como se arranca el hierro de una herida / su amor de las entrañas me arranqué» (G.A. Bécquer).
Topografía: descripción detallada de un lugar: «No puede ver el mar la solitaria y melancólica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos; de estos terrazos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas» (Azorín).
Los tropos
Dentro de los recursos semánticos, están los tropos, que son las figuras retóricas que producen desplazamientos de significado de una palabra a otra.
La sinécdoque es la figura que relaciona dos palabras y sustituye una por otra, en relación a la contigüidad que presentan sus significados; esa relación incluye uno de los dos términos en el otro: la parte por el todo o viceversa, la palabra de significado más amplio por la de significado restringido, el género por la especie, el singular por el plural o al revés: el hierro por la espada, la bondad por los bondadosos, cabezas por reses.
La metonimia relaciona el significado de dos palabras y establece otro tipo de contigüidad: por causa y efecto, por el objeto y su procedencia, por el objeto y el que lo usa: «En la mitad del barranco / las navajas de Albacete» (F. García Lorca).
La metáfora relaciona dos términos en función de la semejanza de un rasgo común a ambos; es la figura por excelencia del lenguaje poético; si esos elementos trasladados se relacionan con un sistema conceptual paralelo, entramos en la alegoría; la alegoría sería una sucesión de metáforas dispuestas en relación a unas abstracciones ausentes.
En la metáfora, existen dos elementos: el real (A) y el que representa por analogía esa realidad (B); en función de ello, pueden aparecer las siguientes estructuras: A es B o B es A («Azadas son la hora y el momento», F. de Quevedo), A de B o B de A («Los suspiros se escapan de su boca de fresa», R. Darío), A, B/ B, A («A vosotras estrellas [...] / ejército de oro», F. de Quevedo) o B (sin A); esta última, en que sólo aparece el término metafórico, es la metáfora pura: «El día, no queriendo morir, con garras de oro, / de los acantilados se prendía» (M. Machado).
Lector empedernido y amante de la fotografía. Me encanta la literatura de fantasía y ciencia ficción. Escribo resúmenes, opiniones y reseñas para ayudarte a decidir tu próximo libro.
Pablo Navarro
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